Dicen que el amor nos ciega, que cuando
estamos enamorados no sabemos ver realmente las cosas tal y cómo son. Al
principio todo va sobre ruedas. Él te muestra todos sus encantos y te enamoras perdidamente. “Es perfecto”,
piensas, “lo tiene todo”. Te ilusionas cada día más, no puede imaginarte una
vida sin él, ya no. Vas viendo pequeñas cosas que no te gustan, pero por él las
pasas por alto, no les das importancia. Y luego, una detrás de otra. Cómo una
tonta, sigues aguantando cada putada porque prefieres eso a estar sin él. Es
triste decirlo, pero es la pura realidad. Tienes miedo a perderle y ese miedo
puede con todo lo demás. Hasta que un día esa venda que te cubría los ojos cae.
No sabes cómo ni porqué, pero lo hace. ¿En qué coño estabas pensando? Tú te
mereces mucho más que eso. Hasta la persona más enamorada se cansa de darlo
todo y no recibir nada a cambio. Llámalo egoísmo, pero ¿para qué seguir
luchando en vano? Si no piensas tú en ti misma ¿quién lo hará? ¿Él? Te aseguro
que no.
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